Te voy a contar una historia, pero no una historia cualquiera.

​

¡Tu historia!

​

Hace mucho mucho tiempo, cientos y cientos de años existía una época sumida en la superstición y la ignorancia. En la que la gente no sabía leer ni le importaba, incluso se burlaban de aquellas personas que se interesaban por la lectura. Ya que era desperdiciar el tiempo.

​

El tiempo, ese bien preciado que tienes que emplear para trabajar, porque eres jornaler@ que trabajas de sol a sol, los días nublados incluso los días de lluvia, pero no solo eso. Porque no te pienses que por trabajar tanto tienes un sueldo digno. Hay días que apenas te llega para comer un triste trozo de pan duro. Los derechos de los trabajadores no se han inventado todavía.

​

Un día cansad@ de trabajar decides acercarte al pueblo. Te encuentras un corro de gente en la plaza y ves una persona en medio cantando, contando historias, haciendo piruetas, riendo, etc. ves como la gente se ríe, aplaude y le da dinero.

​

Te sorprende tanto esta forma de vida que decides invitar, con el poquísimo dinero que tienes, a esa persona a cenar para que te cuente más de él y de su vida.

​

¿Quién es? ¿Qué hace? ¿Cómo vive? Y millones de preguntas más.

​

Esta persona feliz y sonriente acepta cenar contigo y te cuenta su historia.

​

Resulta que es un JUGLAR que viaja de pueblo en pueblo contando historias y divirtiendo a la gente. Descubres que no es el único en el mundo, sino que hay muchos más como él, sólo que la mayoría viven en los castillos y palacios de los nobles y los reyes. Con todo su lujo y confort. Comiendo y bebiendo en los banquetes.

​

Se te llenan los ojos de lágrimas intentando imaginar una vida así.

​

Cuando llegas a tu casa no paras de pensar en esa vida y en la pena de vida que te tocó vivir a ti.

​

En tu cama te echas a llorar de la mala suerte que tienes y de la vida que podrías tener si fueras juglar. No puedes dormir, no paras de pensar y darle vueltas a la cabeza.

​

Hasta que te levantas de golpe de  la cama. Recoges rápidamente tus cosas en un atillo y sales corriendo de casa hasta el hostal donde se hospeda el juglar. Comienzas a aporrear la puerta, nervios@ y excitad@, esperando que te abran. Cuando aparece nuestro amigo, se asusta, ya que no entiende qué haces allí a estas horas de la madrugada.

​

​Tú sofocad@ y llorando te arrodillas a sus pies y le pides viajar con él, ser su aprendiz y ayudarle en todo lo que puedas. Quieres ser juglar sea como sea. Hasta que le viste tenías una vida vacía y sin esperanza.

​

Te pone mil excusas, pero le contestas siempre que no te importa que quieres aprender cueste lo que cueste.

​

Hasta que al final accede a que le acompañes y a que aprendas el oficio, pero no va a ser fácil ya que si quieres comer tendrás que aprender rápido. No te va a dar nada que no te hayas ganado con tus propios méritos. Has de ser constante pues el camino es largo.